La espera


Era cuando plasmabas quizá una imagen o una idea y la producías como representando una obra teatral reproduciendo todo aquello que veías, como ejercitando ciertos músculos para fomentar tu desarrollo, disponiendo, transformando, convirtiendo, obrando, actuando, procediendo, ejecutando con instrumentos de dibujo aquello que ibas copiando producto de lo que visualizabas sentada en el muro de la rambla de Pocitos o en las riberas del Miguelete, allí donde los árboles habían perdido sus hojas producto de la estación donde las horas de luz se debilitaban, acortaban o disminuían, acaso sometidas a los caprichos del astro rey era que ellas devenían en rojo, marrón o amarillo antes de caer de los frondosos árboles próximos al arroyo y al monumento que homenajeaba a los charrúas.

Entonces creías sería posible proyectar futuras urbanizaciones sin avizorar siquiera el tan vano resultado de proyectar utópicos barrios modernos en aquel pueblo caído del mundo,  aquellas otrora primeras construcciones edilicias en la ribera  del río Santa Lucía, en aquel entonces paso conocido como “La Barra” luego devenidas en un núcleo poblacional incrementado de familias asturianas y gallegas que en el siglo XIX cruzaban el río en la balsa que tanto cargaba hombres como vacas después de que el titular de “Empresa del Ferrocarril y Tranvía del Norte” hubiera ganado una licitación para instalar allí los corrales para el abasto del ganado y por decreto rebautizado “Santiago Vázquez” en los albores del siglo XX.

Entonces sabías, quizá aferrada al poder sobrenatural inevitable e ineludible que guía la vida humana, mientras tenías el casette pronto con el “rec” y el “play”, oscilando entre CX 32  y CX 50 con la secreta esperanza de que Rupenian o Mullins pasaran “Roxanne You don't have to put on the red lightque ya lo esperabas.

Anna Donner Rybak © 2012

En la menor

Quizá toda la verdad sea reductible a la intersección de dos líneas: la elevación a través de la creación, de los sentimientos, sobrevolando aquel suelo firme, tangible, materia y el desplazamiento por el conjunto de todo lo que ha formado el universo sin la intervención del hombre, una suerte de principio o fuerza cósmica que se supone rige y ordena todas las cosas, la innata forma en que crecen las plantas y los animales.

Ahí, en la parte del plano entre las dos semirrectas que tienen el mismo vértice, está el hombre. “No todo está perdido”, le había dicho el maestro despertándola de una suerte de ensoñación en la que ella estaba sumida mientras dormía plácidamente en el “chaise longe” del estudio cubierta con una pieza rectangular de satén rojo.

Fue entonces cuando ella decidió bosquejar aquellas líneas horizontales y verticales formando  una retícula y  a la bailarina desplazándose por esa suerte de andamio plano mezcla de niña romántica e ingenua pero la bailarina se había congelado porque componer una bella figura no venía dado como por arte de magia.

Se puso a caminar como las bailarinas, pensando que el cielo le tocaba el pelo, despreocupándose de los brazos que caían grácilmente y se movían por sí mismos, se desplazaba por la barra de equilibrio, los pies iban por una línea haciendo un “ocho”.

Y dibujándole un movimiento de trazos mentirosos en los confines de transparentes muros que iban del claro al oscuro y dejando que el pincel rozara la cartulina, corriéndose la pintura por el papel humedecido, con toques finales certeros para no saturar la obra, creó una criatura única e irrepetible.

Quizá; después de todo sí se podría dibujar en la oscuridad- pensó con los ojos cerrados mientras veía una suerte de armonía en la posición de los puntos de colores similares los  unos respecto de los otros y cayendo en la cuenta de que finalmente acababa de definir su estilo: abstracto.

Sostenida de aquella salvadora columna jónica, habiendo finalmente podido asimilar la resignación de tu letal ausencia, me conformaba hablándote con los dedos  a través del movimiento minuciosamente sincronizado que oscilaba entre el acorde de mi bemol mayor, do mi bemol sol y la ascensión al fa mayor, corriendo carreras entre corcheas y semifusas y respirando el silencio de negra.

Hasta el no tan lejano día en que de pronto y sin previo aviso, como cayendo del cielo rosa violáceo crepuscular, como un la menor descolgándose por un enajenante descenso por semitonos, apareciste dejándome inmovilizada con la duda de si serías un reflejo en la noche o el augurio de la tan esperada unión o en el mar o en el río, qué más da.

Anna Donner Rybak © 2012

La ira del pájaro

Dicen que las aves de rapiña merodean estos pagos.
El águila rasante nos sobrevolaba siguiendo su línea, inalterada.
(Dicen que si no se sienten atacadas; no atacan. Como todos)

De pronto nos revoloteron gaviotas furiosas.
Volaban dibujando rápidamente círculos de radio corto.
Se nos acercaban exaltadas dando vueltas.
Atacarían en cualquier momento, estábamos a su merced.
¿Quién dijo que las gaviotas no son salvajes?
Pero se alejaron.
Temblando, nos dimos cuenta de que seguíamos vivos.
¿Qué podría haber provocado la ira de una gaviota?
Pasamos muy cerca de los pichones.

¿Es un águila?
Nunca había visto águilas en la playas.
(Gaviotas, pero no águilas).
Es solo un hombre que remonta una cometa con forma de pajarraco.

Anna Donner Rybak © 2012

Eureka

Ayer me coronaron de oro
y un retrato recortado de la página amarillenta
de quién sabe de qué periódico se mecía en el agua.
No podía escapar  la luz de la singularidad que lo envolvía
Eureka; el agua danzaba.
¿Eras vos o un horizonte de sucesos?

Anna Donner Rybak © 2012

Máscaras


Pegadas en  la heladera minerales de hierro magnético
letras hechiceras acercan y retienen cuerpos.

Reflejada la luz solar
la máquina ejecuta actos
sin la participación voluntaria.

El orden va sucediéndose
en la fila de aspirantes
del papel de la “a” de un poema.

¿Enfermedad es el deseo impedido?
Soñé con jueces irreverentes y hogueras fatuas.

No es verificable
que el poder de las conjeturas del hombre
aniquile a la pasión.

El olvido poco esfuerzo requiere.
El recuerdo insiste,
imposible es la Tierra, flotemos el Mar Muerto.

Gestores del mundo plano insisten en el principio y en el fin.
Impiden se note un pasado que pasó, un  pasado que vendrá;
déspotas tiranos.  

Madre Naturaleza, legisladora del universo.
Calles atestadas de panfletos tapizan la ciudad con tu bandera.

Te quiero vivo, ellos matan con armas.
Incapaces de crear caerán todos al unísono.  

Tu piel sabe salada.
Una copa de “irish-cream”, que tus labios sepan dulces.
Ha llegado la  hora de quitar las máscaras.

Anna Donner Rybak ©2012
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